Davis-Clark – El Nuevo Éxodo

El Nuevo Éxodo se trata de “la movilidad” como en el sentido de no echar raíces en este mundo.

El Nuevo Exodo

Por George Davis y Michael Clark

con Douglas Weaver Traducido por Pablo Gongora
© Copyright 2002 por George Davis y Michael Clark

Este libro puede ser copiado libremente y distribuido siempre que sea gratuitamente. No puede ser impreso ni vendido

Contenidos de El Nuevo Éxodo

El llamado a la movilidad
Caín y Abel
El Discurso de Esteban
La Nube de Testigos
La Plenitud de la Iniquidad y el Hijo de Perdición
La Reforma
La Señal del Señor
“Vuestro padre el diablo”
La Economía del Reino
Fuera de la Casa
En Resumen
El llamado a la movilidad



Reconocimientos

Detrás de la escena de todo esfuerzo de éxito se encuentran los siervos silenciosos que parecen estar contentos con permanecer en el anonimato. Nos gustaría honrar a uno de esos siervos por las horas que ha estado editando y formateando este libro y la gracia con la que ha recibido nuestro bombardeo de cambios y addendums, justamente cuando ella pensaba que ya había terminado. También recordamos las horas incontables que ha pasado editando y formateando nuestros otros libros y artículos. No damos esto por descontado. ¡Gracias, Dorothy Clark!

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El Nuevo Éxodo

Extracto del Módulo

El Discurso de Esteban 13
“Fueron una vez los árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros.
Mas el olivo respondió: ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros. Y respondió la higuera: ¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron luego los árboles a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros. Y la vid les re spondió: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron entonces todos los árboles a la zarza: Anda tú, reina sobre nosotros. Y la zarza respondió a los árboles: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo de mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano.” (Jueces 9:8-15) Todos los árboles de fruto y la vid, que daban aceite, buenos frutos y nuevo vino para honrar a Dios y a los hombres, rehusaron gobernar sobre los árboles. Para ellos, gobernar era algo inútil y degradante. Pero la zarza, que no sirve a ningún propósito, acordó gobernar sobre los árboles, estableciendo una sola condición. “Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo de mi sombra…” La zarza tiene muchos espinos pero muy poca sombra del sol abrasador. Si tratas de hallar refugio bajo su cubierta, cuidado con los espinos.

Años más tarde Israel quiso someterse al gobierno de la zarza. Cuando el profeta Samuel era viejo, Israel se presentó buscando un rey. Confiar en Dios como rey era algo temible, por lo que escogieron el camino predecible de los reyes de los gentiles. Al hacerlo, rechazaron el gobierno y la soberanía de Dios. Rechazaron a Dios como rey. Pre firieron el reinado de la zarza, Saúl, pastor de asnos. Israel prefirió el estilo de gobierno de Caín y de Nimrod.

“Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Ramá para ver a Samuel, y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones. Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová. Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos.

Conforme a todas las obras que han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, dejándome a mí y sirviendo a dioses ajenos, así hacen también contigo.” (1ª Samuel 8:4-8).

Fíjate que cuando Israel escogió tener a un mero hombre para que les gobernara y para ser como las naciones idólatras a su alrededor, Dios se disgustó grandemente y comparó su deseo de otro rey como servir a otros dioses. El deseo de tener un rey equivale a la idolatría porque ambos sustituyen el gobierno o el señorío del verdadero rey.
Una vuelta a la teocracia, el Gobierno directo de Dios La declaración del tentador, “seréis como Dios…” revela el verdadero problema. Tratar de ser auto-gobernados como Dios, es en sí mismo rechazar el reino de Dios y no lleva a otra cosa que a la corrupción. Cuando los hombres caídos se unen, multiplican su rebelión y el poder de su alma, lo que lleva a una decadencia aún mayor. Cuando el hombre consolida su poder carnal, su gobierno se inclina hacia la degeneración y la esclavitud y se halla en enemistad con el gobierno de Dios.El Nuevo Exodo 14 El gobierno del hombre y el gobierno de Dios se oponen uno al otro (lee Salmos 2:2-3). En la ciudad del hombre, cada nueva ley constituye un aumento del control del hombre y de la tiranía, suplantando la soberanía de Dios. Puede que los hombres no se lancen a esto intencionadamente, pero esa es la naturaleza de su gobierno, que se originó en el camino de Caín. Para que el reino de Dios avance completamente, Dios tiene que llamar primero a un remanente para atraerlo hacia sí—un pueblo gobernado por Su Espíritu (Romanos 8:14 y 19) y llamados según Su nombre —un pueblo de otro camino.

Desafortunadamente este remanente solo quiere avanzar un tanto, para después edificar una torre. Este es el caso de Israel. En Hechos 7, Esteban reprende a los líderes judíos por esta misma cosa.

3 El Discurso de Esteban Esteban fue acusado de hablar contra el Templo y contra la ley de Moisés, y también se le acusó de decir que Jesús de Nazaret destruiría el Templo y cambiaría las costumbres que Moisés había legado. (Lee Hechos 6:11-14). Por causa de esto fue arrestado y traído delante del consejo. Allí, Esteban hizo un llamado final a los ancianos de su pueblo a salir, a abandonar las tradiciones que con tanto celo defendían, y que abrazaran a Cristo, a quién habían crucificado. En cierto sentido, los acusadores de Esteban estaban en lo cierto, porque Cristo había venido para acabar con el orden del viejo templo, y sí, incluso a dejar obsoletas las costumbres y las leyes que Moisés les había legado.

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